martes, 5 de julio de 2011

Cómo evitar la violencia intrafamiliar

Cómo evitar la violencia intrafamiliar


Un azote o una bofetada pueden detener un mal comportamiento al instante, sin embargo es una de las peores formas de “comunicarnos” con nuestros hijos. Además de que muestra el descontrol de los padres daña sensiblemente a los pequeños y cimienta las bases de una personalidad violenta y conflictiva.

Foto: withonef

Lo más común es que los padres se sientan culpables después de haber hecho daño físico a sus hijos, en más de una ocasión el padre consuela a su pequeño diciéndole que evite portarse mal, no obstante, qué dice eso de la educación que les estamos transmitiendo. Los golpes y la violencia física vienen cuando no se han sabido establecer límites y de ninguna manera son una herramienta más en la enseñanza de un niño, lo único que se logra es humillarlo y hacerle daño.

Es también una de las formas más peligrosas de imponer autoridad porque además de causar daños irreversibles hace que los pequeños imiten esta conducta y la repitan no sólo en su salón de clases y con sus compañeros, sino también cuando tengan sus propias familias.

Muchos adultos no hacen más que repetir un modelo de conducta aprendido en casa, casi todos hubieran preferido más palabras y menos golpes sin embargo muchas veces nos dejamos llevar por el impulso y caemos en el descontrol excesivo.

Lo peor es siempre la culpabilidad que sobreviene al enojo, admitir que se ha perdido el control de la situación y que posiblemente se han excedido los límites es cuando es momento de detener esta forma de corregir a los pequeños y acudir con un especialista. Corregir de una manera oportuna y a tiempo sin llegar a la violencia verbal o física es posible basta con tomar conciencia y responsabilizarse acerca del problema.

Hacer un poco de memoria y reflexionar sobre la propia infancia y la relación con los padres es una de las mejores maneras para sensibilizar a los padres con el sentimiento del niño maltratado. Educar basándonos en el respeto mutuo y en la tolerancia es necesario para crear niños felices y seguros de sí mismos, que se convertirán en adultos de éxito y sin traumas psicológicos en la espalda.

Saber cómo reaccionar es importante para evitar la violencia. Cuando el niño está de muy malhumor y se pone muy pesado, es necesario detenerlo antes de que empeore su situación. Hablar con él y pedirle que reflexione a solas es una buena idea.

Si no pudiste evitar darle un azote, aprovecha el momento de paz para hablar con él y decirle qué fue lo que te hizo reaccionar así, explícale cómo evitarlo y que de ahora en adelante trabajarán juntos para mejorar como padres e hijo.

Castigarlo quitándole el derecho a ver televisión, a jugar con la playstation o a algo parecido es mucho mejor que pegarle y luego pedirle perdón dejándole tiempo libre para hacer uso de estos aparatos. Lo mejor es decirle con suficiente tiempo para enmendar su conducta que se está buscando un castigo y que lo conseguirá si no se porta bien.

Efectos en la pareja y en la familia de la violencia

                                       
Efectos en la pareja y en la familia
Ambos integrantes de la pareja se ven envueltos en la relación violenta y sienten que no hay posibilidades de salir de la situación o cambiarla más definitivamente. La relación de amor que al principio permitía aceptar las situaciones violentas para no perder al otro, comienza a ser reemplazada por temor y rabia. Así los dos viven un verdadero infierno de desconfianza, rabia con el otro (por una sensación de desamor o injusticia), temor de perder al otro, junto con una sensación de rechazo y dudas sobre su amor. Esto confunde y hace que por lo general los agredidos se sientan culpable de provocar a los agresores y los agresores también lo pasan muy mal y se sienten culpables, pero no lo admiten frente al otro.
Por lo general tanto los que maltratan como los maltratados sufren problemas de angustia, tensión, pena, rabia y desesperación, teniendo a veces síntomas físicos que muestran lo mal que se sienten psicológicamente por vivir en una relación de pareja violenta. Existe en ellos, la mayor parte de las veces, una especie de sensación de "ni contigo, ni sin ti" que quiere decir que no se puede imaginar una vida sin el otro, pero la vida actual con la pareja los hace muy infelices.

Por otra parte el resto de la familia también vive las consecuencias de la violencia al interior de la pareja. Además de la tensión, el dolor de ver a sus seres queridos hacerse daño, y el tener que muchas veces tomar partido por uno o por otro, son las cosas que más afectan a los niños u otras personas que conforman la familia.
Los niños que viven en hogares violentos tienen dificultades para relacionarse con otros niños y hacer amigos, tienden a bajar su rendimiento o a tener problemas de conducta, suelen ser agresivos y a demostrar su rabia (que a diario viven en sus hogares) en todas partes.
Lamentablemente los niños que se ven expuestos a modelos de padres que resuelven los problemas con la fuerza y la violencia, tienden a hacer lo mismo en la escuela, con los amigos, y aprenden que éste es un modo útil de lograr que los demás hagan lo que ellos quieren. Por otra parte los que no aceptan la agresión por que no les gusta o por que no va con su modo de ser, aprenden el temor y aceptar las agresiones de los otros como una forma de sobrevivir a los conflictos.
La violencia conyugal tiene además un efecto de repetición en las generaciones siguientes. De hecho el 95% de los agresores y agredidos provienen de hogares en que los padres vivían una relación de violencia intrafamiliar. Por eso es muy probable que los niños que crezcan siendo observadores de violencia en la pareja vivan cuando adultos violencia en su pareja y familia.

Conflictos de lealtades, hijos - esposos, y otras consecuencias de la violencia en la relación familiar
Además de las consecuencias a nivel individual, la violencia intrafamiliar tiene consecuencias en la relación y funcionamiento de la familia.
Es muy típico ver a los hijos de las parejas que viven violencia entre ellos, tomar partido por uno o por otro de los padres, formando verdaderos bandos en la familia. Además el ser partidario de uno u otro de los integrantes de la pareja, tiene como efecto sentir culpa por no poder demostrarle al otro que igual se lo quiere. Incluso hay niños y jóvenes que terminan aislándose y alejándose de ambos para no ser desleal con ninguno. estos niños tienden a deprimirse y a tener problemas en la escuela, se ponen distraídos y solitarios.
A veces el que es agredido logra tener a todos los hijos de su parte y el agresor es visto como el malvado de la película. En estos casos los hijos pasan a ser verdaderos confidentes y esposos substitutos para el agredido. Ello genera mucha rabia en el agresor que se ve desplazado de su lugar y reemplazado en parte por este hijo o hija. Esto tiende a acentuar los conflictos al interior de la pareja, a aumentar los celos, la rabia y hacer más graves los episodios violentos. Cuando los hijos son jóvenes o adultos pueden jugar un rol de árbitros o evitar las agresiones físicas amenazando con agredir ellos al maltratador. Sin embargo esto no siempre resulta conveniente ya que el agresor puede ser aún más destructivo con el otro en ausencia del hijo mediador.
Estas alianzas con hijos más grandes también complican al agredido ya que el hijo aliado lo presiona a definir la situación, que tanto cuesta enfrentar (sea esta solución la separación o un apoyo de especialistas). A veces esto pone a la familia frente a más angustia, pero a veces puede ser una buena excusa para pedir ayuda para resolverla como familia. Además un hijo que ha sido aliado de la víctima de violencia no quiere volver a un rol de simple hijo, ya que siente que él ya es adulto, y ha visto las debilidades de sus padres. Cuesta mucho poder re - ordenar a las familias y lograr que los hijos vuelvan a ocupar su lugar de hijos, aún cuando ya se haya resuelto el problema de la violencia conyugal.
Es importante destacar que a veces un hijo con problemas puede ser una puerta abierta para pedir ayuda y salir de una relación violenta.
¿Qué hacer frente a la violencia conyugal?
La violencia conyugal puede ser enfrentada de muy diversas maneras. Lo primero es reconocer que se vive una relación violenta y asumir las responsabilidades de agredir o dejarse agredir por el otro.
La mayor parte de las veces el hacer la denuncia por violencia intrafamiliar es determinante en el inicio de un proceso de solución. Por que la violencia no se resuelve de la noche a la mañana es un proceso que puede durar años, y que a veces parte bien y se viven recaídas.
Una de las cosas que permite que la situación se defina más fácilmente es poder pedir apoyo profesional (social, psicológico y/o legal) para ambos, como terapias de apoyo para cada uno por separado o terapia de pareja cuando la relación no lleva mucho tiempo siendo violenta, y la agresión no ha sido muy destructiva. La terapia de pareja puede ser muy útil en casos de violencia cruzada o de agresiones mutuas. En cambio la terapia individual es más recomendable cuando uno es el agredido y el otro el agresor. Los centros especializados en violencia intrafamiliar, trabajan con grupos de personas agredidas enseñándoles a manejar sus capacidades y a enfrentar este problema, a través de grupos de autoayuda.
Ley de Violencia intrafamiliar y protección a los agredidos
Es importante recordar que en la actualidad existe una ley de violencia intrafamiliar que permite al juez dictar, una vez que se haya hecho la denuncia, unas medidas de protección o "medidas precautorias", que consisten en determinar el alejamiento físico del agresor del hogar común (por un tiempo que el juez determine), cuando existe peligro de daño físico o psicológico, también se puede autorizar al afectado para abandonar el hogar común y hacer que se le entreguen inmediatamente sus pertenencias, fijar la tuición de los niños, así como establecer una pensión alimenticia y un régimen de visitas provisorias.
Además está la posibilidad legal de pedir terapia para el agresor, como una de las condiciones para llegar a algún acuerdo entre las dos partes.
La denuncia por violencia intrafamiliar o conyugal puede ser presentada en cualquier comisaría, o en los juzgados civiles, sin necesidad de un abogado. Si la persona agredida tiene lesiones graves la denuncia irá directamente a los juzgados del crimen y la denuncia queda estampada cuando el carabinero de la posta u hospital interroga al agredido y éste señala que se trata de violencia intrafamiliar. Pueden hacer denuncias de violencia intrafamiliar otras personas que conozcan directamente los casos de violencia, y que no se vean directamente afectados.
Existen muchos hogares que viven violencia conyugal, sin embargo no se puede brindar el apoyo necesario a todos ya que no hacen la denuncia correspondiente o no buscan apoyo en instituciones especializadas. Es muy importante que los que conozcan a familias que requieran apoyo para cambiar esta situación se acerquen y los orienten a pedir ayuda o a hacer la denuncia. Si alguien que lee esta cartilla sufre maltrato y ve reflejado su sufrimiento y sus dudas, es muy importante que recurra a alguno de los centros de violencia de las comunas, o al consultorio, o a la asistente social de la municipalidad, y fundamentalmente a los Centros familiares de La Fundación de La Familia donde la orientarán adecuadamente, sin riesgos para usted o su familia.